Acabo de volver de un viaje a Florencia con mi amiga Gloria y hemos vuelto enamoradas de la ciudad. Casi sufrimos un Síndrome de Stendhal viendo el David y comiendo una deliciosa tarta de pera.
Nuestro vuelo de vuelta fue cancelado por huelga nacional y tuvimos que quedarnos un día extra, aunque lo aprovechamos al máximo porque nos avisaron un par de días antes y pudimos hacer más planes.
En el hotel había un ejemplar de Emma destrozado y abandonado y fue nuestra lectura de noches florentinas. La verdad es que nos enganchó como un culebrón venezolano, quizás por el acento que iba poniendo Glo al leer. Gracias a Emma y a nuestra terraza común con nuestros vecinos comedores de Activia (usaban la terraza como nevera) nuestras gélidas noches fueron más amenas, aunque hubiera que sumar algunos momentos de pánico vecinal.
La comida del viaje fue una de las grandes experiencias, en pocos sitios he comido mejor que en Florencia, la pizza de rúcula, la de tartufo con patata, los dulces en general, los gnocci de calabaza, los bocadillos... Un paraíso para cualquier persona vegetariana.
Era la primera vez que íbamos a Italia y estamos deseando aprender italiano, seguir descubriendo otras ciudades... Y volver a Florencia, por supuesto.